Un relato de 265 palabras
Las
sombras se alargan en la carretera. Yertas. Impasibles frente al parabrisas. En
cualquier idioma. En cualquier cultura. Violines sin cuerdas vestidos de agua.
Cuerpos escapados de cualquier derrota. Esquinas azules en luces de invierno.
Lentas gabardinas heladas de amor. Turbias esperanzas de la luna llena…
Se acaban
las farolas. Al final de la alameda, tras un recodo, el letrero iluminado con
letras rosas: La Gaviota.
Un chiringuito escondido de cualquier mirada. Refugio
caliente en noches de alcohol. Sudor de canela, de cerveza y ron…
Es un
espacio lleno. Caliente. Ruidoso. De luces giratorias. Apretujado. Lleno de
humo. Con dificultad llegamos a la barra. Mis amigos beben con dos peruanas. No
sé por qué he venido con ellos. Me liaron a la salida de la obra… Pido una ginger
ale y voy al servicio…
En la
penumbra, tropiezo con el sudor lustroso de una piel morena que me envuelve en
su brisa salina. Intento pasar pero los cuerpos me atrapan. Me estrujan. Y me
rindo sin más. Soy una persona fácil. Aquel olor intenso, espeso… Aquellas
axilas… Sobre las estrías de las manos rotas de aquel dios marinero, pierdo el
control. Y me sumerjo en la noche de sus ojos tiernos, temblando en el verso de
su carne dura.
‘¿Dónde te habías metido, Elena?’, me dicen
mis colegas, que han salido a la calle cansados de esperarme, de buscarme, de
preguntar por mí…
‘Salí a echarme un cigarro. No aguantaba el
ambiente…’, les contesto lacónica desde mi más allá. Desde la plenitud de mis
pensamientos de agua. Desde la libertad de mis ingles desnudas… Satisfechas.
Narciuß
27.10.1995 / 13.03.2007
Relatos por palabras